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Decía el Abate Sieyes sobre el tercer estado: ¿Qué es el tercer estado? Todo. ¿Qué ha sido hasta el presente en el orden político? Nada. ¿Cuáles son sus exigencias? Llegar a ser algo. Imposible no pensar en el próximo Parlamento peruano al leer estas palabras. En la actualidad nos enfrentamos a un escenario de simetría de poder. El Ejecutivo es débil y el Parlamento, sin ser fuerte de por sí, puede llegar a serlo. El Congreso peruano, unido en torno a una mayoría realista, puede ser la bisagra de la gobernabilidad durante los próximos cinco años. Ante un Ejecutivo debilitado por sus propias contradicciones y con un triunvirato que podría devenir en una hidra de mil cabezas imposibles de manejar, un Congreso fuerte puede darle gobernabilidad al país y marcar la agenda política.

Para eso es imperativo controlar todas las comisiones esenciales y no ceder ante la presión sesgada y lobbista de los medios de comunicación. Una posición de poder que no es ocupada por un partido se la apropia inmediatamente otro partido. Si ocupas un castillo en la cima, si te encuentras resguardado por un ejército y por la mitad de la población, ceder voluntariamente el poder es el peor error en el que puedas incurrir. Eso es precisamente lo que quieren tus enemigos. Los gestos de desprendimiento tienen que ser medidos milimétricamente, más aún si frente a ti se asoma una jauría voraz que no sabe pedir perdón y que ha lanzado como avanzada a un pelotón de guerrilleros.

El 28 de julio el tablero parte con un escenario de simetría de poder. Lo importante, ahora, es ganar autoridad. Capacidad de marcar la agenda. Y eso siempre tiene que ver con un liderazgo fuerte que el pueblo sabrá respaldar.