Esta última semana hemos sido testigo de una polémica situación. El 20 de agosto, hubo una votación en el Pleno del Congreso para la reconsideración de un proyecto de ley que proponía que los jueces puedan extender su ejercicio profesional hasta los 75 años, cinco años más de lo estipulado por la ley actual. Lo que ha generado una profunda indignación es que en la lista se encontraban magistrados que a lo largo de los años han sido percibidos como verdugos políticos del fujimorismo y, en particular, del expresidente Alberto Fujimori.

Entre los jueces destacaban los magistrados San Martín, Salas y Sánchez, a quienes se les atribuye un sesgo ideológico, influenciados por ONG y allegados abiertamente a la cofradía progre-caviar. Esta parcialización ideológica practicada por años bajo el lema: “para mis amigos todo, para mis enemigos la ley” ha sido una constante en los últimos 20 años. ¡Cómo se nota, que algunos políticos sí saben escoger muy bien a sus verdugos!, y encima querían premiarlos con una extensión en sus cargos.

Resulta aún más desconcertante que en la votación de reconsideración se aprecie el voto favorable de dieciséis parlamentarios naranjas. Esta escena, que se asemeja a un síndrome de Estocolmo político, donde las víctimas votan a favor de sus victimarios, evidencia un trastorno en la brújula moral de algunos congresistas. Esto demuestra que, al parecer, han priorizado intereses subterráneos y promesas vanas sobre los principios éticos que todo político debería defender. Esta aberración antinatural, en la que el partido supuestamente víctima de un sistema judicial enquistado y parcializado, premia a sus perseguidores, cuestiona la coherencia y la ética de estos representantes. Peor aún, se ha presentado una reconsideración de la reconsideración con la firma de miembros de la bancada fujimorista. ¡El mundo al revés!