El profesor marxista Howard Selman publicó en 1965 el libro Ética y Progreso, en el que además de hacer una encendida defensa del modelo de organización socialista, sostener que es esta la única ideología que permitirá liberar a la sociedad de la explotación del hombre por el hombre, definir el dogma de la inevitabilidad del socialismo en el mundo moderno, y encumbrar los Manuscritos económicos y filosóficos de Marx (1844), dedica algunas de sus páginas para demostrar su preocupación por la guerra, pero no por el tipo de guerra convencional, sino por la amenaza latente a la catástrofe mundial provocada por el uso irracional de las armas nucleares. Dice el profesor norteamericano: “En esta segunda mitad del siglo XX, estamos bajo la amenaza de una guerra nuclear”. Desde nuestra perspectiva, entendemos que Selman quedó terriblemente impactado por la tensión generada por la crisis de los misiles de 1962 entre las dos grandes potencias armamentísticas: Estados Unidos y la ahora descompuesta Unión Soviética. El gobierno cubano -administrado por el antidemocrático régimen castrista- y en especial el inocente pueblo, tuvieron que resistir 13 días de extrema incertidumbre por la identificación norteamericana de alrededor de 42 ojivas atómicas en la isla, epicentro de la crisis. Aquellos convulsos días parecen revivirse en nuestros tiempos. El espíritu nuclear-belicista de Corea del Norte y la inquebrantable posición de Corea del Sur, Japón y Estados Unidos, junto a los ininterrumpidos avances de Rusia sobre Europa Oriental y la correspondiente respuesta de la OTAN, dibujan -disculpándome anticipadamente por la metáfora fácil- un escenario pintado con brochazos cargados de pintura negra.