El gran enemigo de toda reforma es el voluntarismo que se enfrenta a la realidad. El voluntarismo que quiere imponer un modelo sin tener en cuenta los factores, los recursos que se necesitan para construir ese modelo. Una cosa es proyectar la transformación de la educación superior y otra pensar que se puede nadar contra la corriente sin tener en cuenta la realidad del mundo universitario peruano o, peor, la realidad del mundo universitario global. La verdadera independencia nace del conocimiento de la realidad, de eso que los romanos llamaban “auctoritas”, esto es, autoridad, conocimiento real de un tema concreto. ¿Y quién mejor que los universitarios peruanos para opinar y transformar la educación superior? Ahora bien, si los universitarios peruanos se ponen de espaldas al planeta, los universitarios de nuestros países vecinos muy pronto nos sacarán ventaja y nos superarán. ¿Eso es lo que queremos?

La reforma universitaria se quedaría sin piso si se opone absurdamente a lo que sucede en el mundo. El mundo es el modelo que debe influir en nuestra realidad. No podemos nadar contra las nuevas tendencias de la educación global ni podemos ponernos de espaldas a lo que hacen las mejores universidades de Estados Unidos, Europa y Asia. Las autarquías han sido liquidadas a lo largo de la historia. Ninguna ha sobrevivido. De hecho, las autarquías terminan en un movimiento de apertura que empieza con la educación. Si la educación se globaliza el país crece y se desarrolla. Esto, que las elites de Japón, Singapur, Estados Unidos, China y un largo etcétera de países comprendieron hace décadas, es la clave para el crecimiento del Perú.

Respetando la libertad de cátedra y la autonomía universitaria debemos continuar con la reforma. Pero siempre apelando a la razón y priorizando el principio de realidad.

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