Más de 500 días han transcurrido y Vladimir Cerrón sigue siendo un prófugo de la justicia. Los altos funcionarios del Gobierno y los mandos de la Policía Nacional del Perú han ofrecido promesas que, hasta ahora, no se han materializado. Lo irónico es que, en lugar de presentar avances, el propio condenado, manchado por la corrupción, se ha burlado de quienes aseguran capturarlo pronto.
Recordemos las declaraciones del pasado abril del 2024, cuando el entonces ministro del Interior, Walter Ortiz, afirmaba que la captura de Cerrón era inminente. Poco después, su sucesor, Juan José Santiváñez, reiteró que se esperaba la detención del líder de Perú Libre en el corto plazo, respaldado incluso por el general PNP, Oscar Arriola. Hasta decían que ya conocían su paradero. Sin embargo, los meses han pasado y las promesas se han diluido en un mar de palabras sin acción.
La última declaración del vocero del Ministerio del Interior, Carlos López Aedo, resultó ser poco más que un eco de viejas garantías: “El trabajo de un pesquisa es silencioso, una de sus virtudes es la paciencia y en este caso estamos seguros de que muy pronto tendremos noticias…”. Así, en lugar de medidas concretas, nos quedamos con meros buenos deseos que no hacen más que enmascarar la inacción.
Es imperativo que el Gobierno demuestre, con hechos y no solo palabras, que está comprometido en la lucha contra la corrupción. Por ahora, está bajo sospecha.