Ayer, en medio del paro de transportistas convocado a nivel nacional, un hecho llamó la atención: la presencia masiva de policías en las calles. Por ejemplo, más de 13 mil efectivos fueron desplegados para “garantizar la seguridad ciudadana” en Lima. La escena no pasó desapercibida para muchos peruanos, como aquel ciudadano que, mientrasesperaba su movilidad, exclamó con ironía: “O sea que se necesita un paro para ver policías en las calles. Entonces que haya huelga indefinida, así se acaba la delincuencia”.
Y es que la seguridad ciudadana no es solo una prioridad en el discurso, sino una exigencia urgente en la vida cotidiana de millones de peruanos. En lo que va del año, ya se han registrado más de 800 homicidios. Solo en abril, el promedio diario de muertes violentas fue de 6.6 personas. Mientras tanto, el Estado parece paralizado. Ayer, en pleno día de protesta nacional, el Perú no tenía ministros en funciones. Un vacío de poder simbólico, pero también real, que refleja el grado de inoperancia del actual Gobierno.
El historiador Pablo Macera advertía hace décadas sobre los peligros de dejar en manos de políticos ineptos el control del mundo práctico y cotidiano. Hoy vemos sus palabras hechas realidad. Un país rehén de la improvisación, donde la delincuencia avanza y las autoridades desaparecen.
Pero esta situación también puede ser una oportunidad. En menos de un año el Perú irá nuevamente a las urnas. Y como señaló Macera, los grandes líderes suelen emerger en contextos de profunda crisis. Así surgieron, hace un siglo, figuras como Jorge Basadre, José Carlos Mariátegui o Víctor Raúl Haya de la Torre. Hoy, con una democracia cada vez más cuestionada, urge que aparezcan nuevos referentes que representen los intereses reales del pueblo.
Porque lo que está en juego no es solo el orden ni la gobernabilidad superficial, sino el sentido mismo de la democracia. Una democracia que —como decía Jorge Basadre en su última entrevista hace 45 años— no se quede en su forma, sino que se materialice en el presente, que incorpore a todos los sectores, que enfrente la desigualdad y no sea apenas un cascarón político sin contenido social.
La protesta de ayer, más allá de sus motivaciones inmediatas, evidencia un país que ya no confía en quienes gobiernan.