El feroz atentado terrorista de la víspera en Somalia solo reconfirma la idea cundida internacionalmente de que este país, ubicado en el denominado cuerno africano (el territorio se asemeja a un cuerno de rinoceronte), es el Estado de esa región del mundo al que nadie quisiera ir en las actuales circunstancias de su vida interna. Lo voy a explicar.

La explosión de un coche bomba el día de ayer en las afueras Mogadiscio, la capital somalí, causando la muerte de 76 personas y herido a más de 100 -las cifras penosamente van a aumentar mientras cierro mi columna para la edición de hoy domingo en Correo-, está precedida por una incontable ola de atentados que llevan cerca de una década, gran parte de ellos asumidos por el grupo terrorista Al Shabad, de conocida vinculación con la red de Al Qaeda del desaWparecido Osama Bin Laden, y otros por enfrentamientos tribales.

En efecto, nadie podrá olvidar el atentado del 13 de julio de este año que se va en la ciudad portuaria de Kismayo en que murieron 29 personas y más de 50 quedaron heridas. Tampoco el cometido contra el hotel Sahafi en la misma capital en que perecieron 41 personas y 106 quedaron heridas el 10 de noviembre de 2018, y mucho menos olvidable el ataque con explosiones del 14 de octubre de 2017 -el más cruento que se haya registrado-, que causó la muerte de 512 personas y dejó mal heridas a otras 316. Somalia, que cuenta con cerca de 14,4 millones de habitantes, alcanzó su independencia recién en 1960, siendo favorecido en ese momento por el proceso de descolonización que marcó la vida de la sociedad internacional a mediados del siglo XX, luego de haber sido invadido sucesivamente por portugueses, ingleses, franceses e italianos en diversos momentos de su historia nacional.

A pesar que cuenta con un gobierno central provisional desde la caída del régimen de Mohamed Siad Barre en 1991, el país está sometido a fideicomiso tripartito: la ONU, la Unión Africana y EE.UU. pues no cuenta con las condiciones básicas para una gobernabilidad propia, más allá de que cuenta con un presidente. Es un típico Estado fallido, es decir, un Estado anarquizado o como llamo en mis clases, un Estado fallado, donde la vida realmente no vale nada apenas uno baja del avión o arriba al puerto en Mogadiscio.