Los hinchas brasileños que llegaron a Lima para alentar a sus equipos, Flamengo y Palmeiras, se han quedado sorprendidos del incesante caos del tráfico limeño, la osadía suicida de sus conductores y la desesperante impaciencia reflejada en el horrísono toque de los cláxones. Igual Ibai Llanos, el famoso streamer español, ha dado cuenta de estos signos urbanos que, la verdad, reflejan algo más que una falta de planificación vial o un descontrol del parque automotor.
Me atrevería a decir, por ello, que el tráfico limeño nos refleja como sociedad. Si alguien está delante de mí, busco sobrepasarlo porque no me importan las reglas ni el respeto ni el orden: Lo que me interesa es llegar primero, avanzar, a costa de todo, porque aquí no existe ley.
Entonces, trafico con minería ilegal, me subo el sueldo como congresista o empleado del Congreso, formalizo la coima para otorgar una obra pública, uso a trabajadores de mi despacho para tareas particulares, trafico con tajadas de poder en el Estado a cambio de mis votos, contrato personal allegado contraviniendo las reglas de la burocracia y así, un largo etcétera, hasta dar un golpe de Estado.
Pero no se solace, usted, ciudadano, al achacarle la podredumbre de un país al poder político. No solo porque tú también conduces con ferocidad suicida sino que debes el mantenimiento de tu edificio o condominio, no pagas los arbitrios (pero quieres que las calles estén limpias) y mucho menos las multas, te has olvidado del impuesto predial y evades todos los impuestos que puedas porque en tu negocio no das boleta.
Y los empresarios no se quedan atrás, no se crean impolutos. Porque son capaces de concertar precios para elevar el precio de las medicinas o porque venden tickets de bus afuera de las agencias para evadir impuestos, ¿o no, señores de Soyuz? Estamos en el tráfico de Lima pero deténgase usted un momento y verifique en qué auto está.




