La formación de nuestros estudiantes será de calidad si los estímulos educativos provenientes del hogar, la escuela y la comunidad tienen como punto de partida la centralidad de la persona; es decir, sus características afectivo-cognitivas y sus necesidades fundamentales en sus respectivos entornos físicos, sociales y simbólicos. En ese marco, es bueno conocer las particularidades emocionales de los adolescentes para entenderlos y atenderlos educativamente con pertinencia. A continuación precisamos algunas.

La adolescencia es una fase crucial en la consolidación de la identidad porque desarrolla el liderazgo, la adhesión, la participación y la integración al grupo de sus pares; se produce la atracción y el enamoramiento; se inicia el compromiso ideológico y la orientación valorativa y se acentúa el cuestionamiento al mundo que lo rodea.

Además, es la etapa de la denominada búsqueda de la “afirmación del yo”. Por eso, en su deseo de diferenciarse de los niños y adultos, intenta desobedecer y “no respetar” las normas y límites establecidos. Es más, asume conductas distintivas a través de lo que se conoce como “la cultura adolescente”, que se evidencia en el modo de hablar, saludar, vestir, bailar y relacionarse. El encuentro con la intimidad se inicia en la pubertad con los cambios fisiológicos y la aparición de las características sexuales secundarias. Ello les genera desconcierto y ansiedad. Y es que luego en la adolescencia plena es donde busca su realización.

Por lo señalado, los padres, tutores, docentes y demás actores educativos deben tener presente que los chicos y chicas, entre los 12 y 18 años aproximadamente, no son “niños grandes” ni “adultos chicos”, son “adolescentes”.