En el Perú, algunas autoridades se comportan más como reyezuelos que como funcionarios públicos. El alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, es un claro ejemplo de esto. Primero amenaza con protestas al Ministerio de Transportes si no se aprueban sus trenes, como si los proyectos millonarios se dictaran por berrinche y no por estudios. Su comuna también anunció la ‘Arena de Lima’, un megacentro de espectáculos en el Parque de las Leyendas, que es zoológico y zona arqueológica, sin consultar con el Ministerio de Cultura ni con los distritos involucrados. Y no olvidemos su pataleta con los peajes que nos costarán millones de soles a todos los peruanos, no solo a los limeños que lo eligieron.En el Ejecutivo, el gabinete subió el sueldo a la presidenta Dina Boluarte y, si no fuera por la prensa, iban a hacerlo a escondidas. Cuando se reveló el trámite, declararon los documentos como secretos, eludiendo toda transparencia.
Ejemplos sobran, pero estos dos grafican el problema:una peligrosa cultura del poder personalista.
Las autoridades se creen por encima de la ley y confunden su cargo con una corona. Gobernar no es imponer. Gobernar es respetar la ley, coordinar con otras entidades y rendir cuentas. Lo demás es populismo autoritario disfrazado de gestión.