Qué dirán los lambayecanos de su congresista “estrella” María Acuña Peralta, ahora que ha sido señalada por apropiarse no solo de parte de un parque en Lima, en el distrito de Santiago Surco, sino también de un trozo de calle colindante con su casa de Pimentel, en Chiclayo, quizá creyendo que puede hacer lo que le da la gana y que nada le va a pasar porque está en el Perú, su familia tiene plata y cuando se le cuestiona sale con argumentos que parecen una tomadura de pelo.

Anoche, el dominical Cuarto Poder ha añadido un ingrediente más al historial de presuntas usurpación de áreas comunes de la hermana de César Acuña, el dueño de Alianza para el Progreso (APP). Hemos sabido que no solo ocupa irregularmente 118 metros cuadrados fuera de su casa de Lima, sino también en Chiclayo, todo con la mayor frescura, todo con la seguridad de que habrá impunidad porque es de una “raza distinta”, porque es parte de la “familia real” del norte del Perú.

Los argumentos de la señora no resisten el menor análisis. Eso de decir que su casa de Lima la compró con parte de un parque que es un área común para uso de todos los vecinos, es una burla. Eso es tan burdo como afirmar que las tesis que sustentó en una de las universidades de su hermano para convertirse en magíster y doctora, no existían porque se las llevó el huaico, todo para ocultar que tenían un escandaloso porcentaje de similitud con trabajos de otros investigadores, según Turnitin. ¿Otro plagiador en la familia Acuña?

Pedir que intervenga el Congreso a través de su Comisión de Ética, sería perder el tiempo. Ya sabemos cómo se maneja el Poder Legislativo, donde incluso célebres “mochasueldos” se han salvado de ser echados por la puerta falsa gracias a mañoserías y acuerdos bajo la mesa. Es más, en su momento la señora Acuña también fue señalada de quedarse con plata de sus trabajadores, pero el fujimorismo le lanzó un salvavidas en la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales, donde el caso fue archivado.

No tengo la menor duda de que la señora Acuña se va a lanzar a la reelección en menos de un año, sea al Senado o a la Cámara de Diputados, y serán los electores los que tendrán que decir si nuevamente la sientan en un escaño por el único “mérito” de ser la hermana del César Acuña, o votan por un mejor candidato que cubra sus expectativas y no sea un nuevo fiasco, uno más de tantos. Amigos, dense cuenta.