Ver al moradito Julio Guzmán tratando de justificar en televisión su bochornosa huida de un departamento de Miraflores en llamas, me ha hecho recordar mucho a Alejandro Toledo a inicios de este siglo, cuando negaba que Zaraí sea su hija, juraba haber sido docente de la Universidad de Harvard y aseguraba en todos los idiomas que los sucesos del hostal Melody eran un invento del fujimontesinismo para traerse abajo su candidatura.

También me ha traído a la mente los tiempos en que Ollanta Humala y su esposa Nadine se presentaban como unos románticos idealistas dispuestos a erradicar las taras de los viejos políticos y negaban tener nexos con Odebrecht y con empresarios truchos chavistas que les pagaban por nada. En esa época el futuro presidente se esmeraba en rechazar las acusaciones de brutales crímenes cometidos cuando era el “capitán Carlos” de Madre Mía.

Para bien de estos personajes y mal del Perú, los electores se dejaron embaucar por Toledo y Humala, y también por quienes los defendían a pesar de sus escandalosos antecedentes, quizá buscando su cuota de poder. Obvio que hoy ninguno de estos escuderos se mantiene al lado de sus otrora protegidos. Incluso muchos de ellos serían capaces de asegurar que no conocen ni al hombre de Cabana ni al comandante, a pesar de que fueron hasta sus ministros.

Fueron capaces de perdonar las mentiras de “chakano”, sus excesos y sus “temas personales” que no eran personales. No olvidemos tampoco a la izquierda integrando la lista congresal del humalismo en las elecciones del 2011. Sí, los defensores de los derechos humanos se fueron con el “capitán Carlos”. Por eso, a los defensores de Guzmán, les diría que tengan mucho cuidado con quemarse por blindar a quien se va perfilando como el nuevo Toledo, como el nuevo Ollanta.

Los peruanos debemos estar muy atentos para que otra vez no nos vendan un político de fantasía, un fiasco, un aventurero más, una bola de humo, una chicha morada de sobre pequeño diluido en cinco litros de agua. Con tantos problemas al frente, no estamos como para equivocarnos nuevamente. El Perú no lo soportaría. Que las metidas de pata del pasado nos sirvan de experiencia para votar este domingo y en el futuro, de manera muy responsable.