Una muestra de lo deficiente y crítica que ha sido y es la lucha contra la criminalidad en nuestro país es lo que sucede en el penal El Milagro, de Trujillo, que en estos momentos tiene 6 mil 221 internos, cuando su capacidad máxima es, en teoría, de mil 800 reclusos, lo que impide tener un control apropiado de este reclusorio que se ubica en la región que, lamentablemente, en los últimos 20 años se ha convertido en una de las más violenta del Perú.
Lo que se ve acá no tiene la menor justificación. Desde los primeros años de este siglo era evidente que la capital liberteña y alrededores se habían convertido en un gran foco de violencia donde reinaba la extorsión y el sicariato. Vivi y trabajé en Trujillo entre los años 2010 y 2012. La ola de criminalidad estaba en todo su apogeo y el penal El Milagro no daba más. Además, la falta de control hacía que muchos delitos se planeen y ordenen desde su interior a través de teléfonos celulares introducidos ilegalmente.
Con el hacinamiento y la falta de control, El Milagro no solo es un centro de operaciones de la criminalidad, sino que además es toda una escuela del delito donde el que entra mal, sale peor, tal como ha dicho una sicóloga a periodistas de Correo La Libertad, donde ayer hemos publicado un informe sobre la situación de este penal que es un monumento al fracaso del Estado del Perú frente al avance de la delincuencia que todos hemos visto venir de a pocos y que ahora nos agobia.
Puede que el Estado sea lento y que de por sí no sea fácil construir penales en el Perú. Pero han pasado 20 años de una situación crítica y si no hay una cárcel más amplia o una nueva en la región más violenta del país, es porque simplemente no ha existido voluntad política para poner manos a la obra. Tiempo y plata han tenido, así que todo se reduce a la falta de previsión e ineptitud de los sucesivos gobiernos cuyos representantes hoy incluso la pegan de “expertos” en seguridad.
Con penales como El Milagro, a los que se suman Lurigancho, en Lima; y Sarita Colonia, en el. Callao, donde el hacinamiento también es de terror, no vamos a ninguna parte en la lucha contra el delito. ¿Dónde vamos a meter a tanto asesino, ladrón, extorsionador, secuestrador y traficante de drogas?, ¿o es que nuestros sucesivos presidentes y ministros de Justicia y Derechos Humanos han sido y son tan “inocentes” como para creer que en el corto plazo habrá una solución al problema de la violencia en las calles?