Cuando esta pandemia pase y los peruanos, con la frialdad que dará la distancia del tiempo transcurrido, evaluemos el desempeño del gobierno del presidente Martín Vizcarra frente a la tragedia que habrá costado miles de vidas, sin duda no se podrá dejar de lado el empecinamiento del Poder Ejecutivo en hacer anuncios poco serios y en sostener “verdades” respecto a la crisis, a pesar de que la realidad las desmentía a cada momento.

Primero está la historia de la famosa “meseta” anunciada hace un mes por el mandatario. Como hemos informado ayer en este diario recogiendo la versión de diversos especialistas, está claro que tan ansiada figura no existe aún en el Perú. Sería ideal haber llegado a cierta estabilidad, pero no es así. Pese a ello, el gobierno insiste, al extremo de hablar de una figura insólita como la “meseta irregular” que pocos logran descifrar.

Casos son muchos. En segundo lugar, tenemos el asunto de las pruebas para la detección del COVID-19. El gobierno se empeñó en afirmar que las moleculares y las “rápidas” tenían el mismo rigor, cuando está más que claro que no es así. Esto no es poca cosa, pues sin duda el darle credibilidad a las segundas de las mencionadas ha costado vidas y contagios, así como distorsiones en la contabilidad de los casos positivos.

Vemos también las medias verdades que se nos dicen respeto al número real de fallecidos. El conteo oficial nos habla de casi seis mil, mientras la realidad nos golpea con por lo menos 15 mil. Un caso flagrante se ha visto en Loreto, donde la Dirección Regional de Salud afirma que todos los días reporta a Lima la cantidad de víctimas mortales a causa del virus. Sin embargo, no se explica por qué para el Ministerio de Salud la cifra es mucho más baja.

Cuando en el futuro recordemos lo sucedido en el 2020, quedará claro que faltó transparencia y sinceridad de parte de autoridades que quisieron tapar el sol con un dedo y tomarnos el pelo. Lo muertos hoy congestionan mortuorios y crematorios, pero se insiste en cifras conservadoras y “optimistas”, pese a la dureza de la realidad que incluso llama la atención en medios de gran prestigio en el mundo, como para que nadie diga que fueron enviados por los rivales políticos.

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