Inconmovible como una roca en el mar, que recibe sin descanso el impacto de las olas. Imitando la firmeza de esa roca o peñasco que enfrenta el movimiento de las olas del mar –a veces tormentosas, otras veces serenas–, la titular del Poder Ejecutivo, recibe sin la menor perturbación las críticas fundadas de una población civil que, a grandes rasgos, está desconcertada y terriblemente sorprendida. No salimos del asombro al enterarnos de que la jefa del Estado en coordinación con los peritos del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), pretenden “elevar indecorosamente” el sueldo presidencial. Ciertamente, es nauseabunda la desenfrenada codicia de la presidente, como lo es también el informe de los burócratas del MEF. En 1914, el pensador peruano Victor Andrés Belaúnde, se preguntó en una conferencia si la crisis peruana era ya irremediable. En la aludida conferencia dictada en la Universidad de San Marcos, V. A. Belaúnde, elevándose a las alturas filosóficas, pero a la vez, mostrando su arraigo en la realidad, dice con robustez argumentativa: “Esta clase dirigente ha preferido colaborar usufructuando, ha huido de los grandes renunciamientos, ha buscado el camino fácil, ha preferido el conformismo político”. ¡El vehemente deseo de acrecentar las riquezas es el deseo primordial de la presidente! Nos dirige alguien que no está interesada en reconciliarse con un pueblo fatigado, un pueblo desgarrado, un pueblo desencantado de la política, un pueblo que siente aversión por la desvergüenza de los políticos. Como en tantas otras circunstancias, persiste en el error y por eso ¡la presidente, humilla y se humilla!