El 29 de diciembre de 1992, como ayer, se produjo el cese intempestivo y arbitrario de 117 funcionarios del Servicio Diplomático de la República (SDR). Ese día se inició una de las más graves fracturas en este gremio estatal ideado y formado en el siglo XIX por José Gregorio Paz Soldán, el célebre canciller de Ramón Castilla. La lista se hizo a puerta cerrada y peor que con las luces apagadas, bajo la mesa, como todo acto cargado de maldad, y fue consumado en la residencia del entonces embajador del Perú en Washington, el excanciller Ricardo Luna. Fue una medida cruel e insensible hecha con vocación fascista. Vi a muchos cesados sumergidos entre la frustración y la ira. Les fueron imputados defectos y si no los tenían, les fueron inventados. La consigna era acabarlos. Una revisión de la lista permitió confirmar que en ella se encontraban futuros cuadros de Torre Tagle, hechos diplomáticos por sus méritos, que fueron brillantes en la Academia Diplomática, y constituían la línea pensante del servicio. Para fastidio de los diplomáticos tradicionalistas, herederos de la República Aristocrática, se trataba en su mayoría de los diplomáticos del pueblo o de la clase media baja del país, muchos de ellos provincianos, sin apellidos grandilocuentes. No entonaban con el perfil del diplomático peruano que se había impuesto durante gran parte de nuestra vida republicana. Todavía quedan algunos -todos los sabemos-, y junto a ellos, los alineados que se olvidaron de sus orígenes, y de quienes José Carlos Mariátegui decía que vivían sumergidos en la sociedad de los “rótulos y etiquetas”. En la lista hubo egresados de colegios nacionales y de universidades públicas, y hasta los excluidos y desdeñados por el prejuicio y la intolerancia imperantes, a quienes les bajaron el dedo porque no reunían las “características” ni tenían el “status” para la vida diplomática. Siendo muchos de ellos los más capaces, fueron la mayor amenaza para los que vivían el servicio a sus anchas para sus provechos personales y sin salir del confort. Tratándose a regañadientes, los vi enfrentarse todo el tiempo. Aunque los diplomáticos cesados fueron reincorporados, el servicio sigue desunido pues la fractura institucional ha atizado sus recientes escándalos (soplos por vacunaciones indebidas) y persecuciones (destituciones orquestadas).