El sábado 22, una hora antes del inicio del toque de queda, en el distrito de Los Olivos, se efectuó un operativo policial para poner fin a una fiesta clandestina con 120 personas en la discoteca Thomas Restobar, pese a que las reuniones y fiestas, aún familiares, están prohibidas por el estado de emergencia sanitaria que vivimos.

El operativo policial terminó en tragedia. Perdieron la vida 12 mujeres y un varón, asfixiados y aplastados, ante una puerta de fierro que se cerró. Las investigaciones policiales y fiscales van señalando la comisión de una serie de delitos y trasgresiones legales, dolosas y culposas.

Esta tragedia recuerda las de la discoteca Utopía en julio del 2002, con 29 jóvenes fallecidos, el pavoroso incendio de Mesa Redonda que costó, el 2001, la vida de 277 personas, la del Estadio Nacional, en mayo de 1964, con el saldo de 328 personas aplastadas y asfixiadas, porque las puertas de salida estaban cerradas, el incendio en el edificio Nicolini, en junio del 2017, con dos jóvenes que fallecieron por encontrase encerrados. La lista es larga.

Es hora de plantearse claramente qué sociedad construimos, ¿una donde las normas de seguridad se dejan de lado?, ¿una donde los jóvenes ignoran las normas sanitarias y arriesgan su salud y la de otras muchas personas? ¿una en la que las autoridades municipales se hacen los de la vista gorda? ¿Está en la que el gobierno no da explicaciones claras?

La emergencia sanitaria que sufrimos y cualquier otra circunstancia difícil requieren el concurso del Estado, el gobierno y sus ciudadanos. Necesitamos construir una nueva sociedad, aprendiendo y practicando desde la base, en el colegio, valores democráticos, solidarios y derechos, pero también obligaciones. De otro modo, continuaremos desarrollando esta sociedad fragmentada, excluyente y agresiva.