No había mejor regalo por las fiestas de fin de año que la caída de Pedro Castillo y su gavilla de delincuentes. De no haber sido por el bendito golpe de Estado, el país hubiese seguido bajo el delirante dominio de un grupo escandalosamente incapaz, visiblemente corrupto y temerariamente peligroso. La dimensión exacta del peso que nos hemos sacado de encima es, como el botín de un banco, difícil de cuantificar. No es solo, aunque sí lo más importante, el distanciarnos del riesgo latente del castro-chavismo con instituciones coactadas y falsa democracia, sino, paralelamente, el montaje en el Estado de personajes siniestros manejando aspectos esenciales de la administración pública como las prefecturas, la lucha contra las drogas, el terrorismo y la minería ilegal. Sobre las primeras, hay una reacción importante del Ejecutivo para desmontar una estructura dominada por el filosenderismo. El régimen de Castillo, hay que decirlo, acercó a Sendero Luminoso al poder como nunca antes y una muestra de ello es, precisamente, las protestas sociales impulsadas desde esas canteras. Pero además, están las ventajas obtenidas por el reblandecimiento del combate al cultivo indiscriminado de hoja de coca, con su correlato en el narcotráfico, y la conveniente permisividad otorgada a los explotadores de la minería ilegal. Todos esos sectores, ilegales, delictivos, inmorales, no están dispuestos a perder los privilegios otorgados por el castillismo y tras esta primera asonada, volverán en enero o febrero, sin ninguna duda. Por eso, el gobierno de Dina Boluarte y el premierato de Alberto Otárola deben estar muy atentos a lo que se viene y apelar a los organismos de Inteligencia para adelantarse a lo que preparan estos símbolos del terror y el chantaje. Son estos los que prenden la mecha de la pirotecnia del caos porque les conviene. Es de allí que salen ingentes cantidades de dinero para exacerbar todos estos recientes aberrantes levantamientos. No son protestas sociales -no podrían serlo sin una plataforma legítima- sino el ánimo protervo por la anarquía, por el interés ruin de perpetuar las gollerías que el golpista les regaló a costa de destruir el país.

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