Dirigidos por el gran Julián Obiglio, la Unión de Partidos Latinoamericanos (UPLA), ha celebrado sus treinta años en la capital uruguaya, la ciudad de Montevideo. Allí se congregaron políticos e intelectuales de todo el continente con el fin de intercambiar ideas de libertad y desarrollo capaces de transformar las sociedades de nuestros países.

En un mundo globalizado, la solidaridad intelectual es un antídoto imprescindible para combatir la dictadura evanescente de lo políticamente correcto, tan extendida en toda Latinoamérica. Así, los defensores de la libertad tienen que organizarse e intercambiar experiencias, animarse unos a otros y coordinar acciones continentales capaces de frenar las pulsiones radicales propias de la nueva estatolatría. Es una gran noticia que organizaciones como la UPLA crezcan y cumplan años, formando y animando, combatiendo y organizando. Toda estructura necesita individuos que pongan en marcha las ideas y el gran articulador de los treinta años ha sido ese dínamo argentino que es Julián Obiglio. Con un tesón inusitado, con una energía desbordada, ha logrado el milagro de reunir a muchos con un objetivo común: construir un continente donde la palabra libertad mantenga su más pleno sentido.

La ola negra del relativismo político se ha fundido con ese radicalismo gramsciano que todo lo desnaturaliza. Ciertamente, los partidos políticos continúan siendo vehículos de la voluntad de poder, pero si no acertamos en su refundación o regeneración, el populismo continuará avanzando sin encontrar resistencia. De eso trata la UPLA, de coordinar para avanzar. La larga marcha hacia la libertad necesita de actores decididos, de líderes con visión y de gentes como mi amigo Obiglio y todos los que forman parte de su equipo: arquitectos silenciosos de una nueva y mejor civilización.