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Churchill ejerció el poder con sabiduría y mano firme. Dejó a la posteridad varias ideas fuerza y una conciencia de su rol en la historia que hace palidecer la imprudencia con que se manejan los políticos de esta generación. La política es un altísimo deber de servicio y bien común, tal vez por eso en El sueño de Escipión Cicerón envía a los grandes políticos romanos al cielo. Ciertamente, el servicio republicano bien merece una recompensa de tal calibre.

Pero volvamos a Churchill. Consciente como los romanos de su grandeza, nos dejó varias lecciones que los profanos en política bien tendrían que considerar. Aquí algunas de estas enseñanzas para el bronce: “Entre nuestros oponentes socialistas hay una gran confusión. Algunos de ellos contemplan la empresa privada como un tigre depredador al que se debe abatir. Otros la ven como una vaca que pueden ordeñar. Solo un puñado la ven como realmente es: un caballo fuerte y voluntarioso que tira de todo el carro”. En efecto, el gobierno que debilita a los empresarios debilita el futuro del país.

Sobre los momentos revolucionarios y jacobinos, Churchill dijo: “Todos los que hablan de revolución deberían estar preparados para la guillotina”. Así es, si algo nos enseña la historia de la política, es que el Saturno radical termina devorando a sus más ardientes hijos. Los devora sin misericordia. Y, finalmente, sobre el buen consejo que debe darse al hombre de poder: “En aquella época el Lord Presidente era más sabio que ahora: me pedía consejo con frecuencia”. Sin buenos consejeros, sin gente que unifique por encima de la división estéril, todo está perdido.