Es muy difícil creer que Donald Trump se irá a sus cuarteles de invierno y de allí a despedirse de la política como presidente de un solo mandato y lo que es peor, derrotado al intentar un segundo período.

Solamente compararse con sus predecesores Ronald Reagan, Bill Clinton, George W. Bush o Barack Obama -todos gobernaron dos períodos consecutivos-, le debe estar produciendo una enorme sensación de revancha y literalmente no estaría durmiendo tranquilo.

La noche del martes último, el primer día del mes de la Navidad, lo ha dejado entrever. En los próximos días, seguramente después de la votación formal de los miembros del Colegio Electoral -son 538- que sí votan directamente para elegir al cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos de América, conforme a la voluntad de los ciudadanos, expresada en cada uno de los 50 Estados que forman el país más poderoso del mundo, terminará aceptando su derrota de acuerdo con lo esperado y es muy probable que en los cuatro años que siguen, decida como estrategia para recuperar la Casa Blanca, primero, esperar con la paciencia que no tiene, los desaciertos que Joe Biden pudiera cometer, y después, quizás en el último año y medio de la administración del longevo mandatario, arremeta contra el demócrata.

Siendo Trump un hombre dedicado prácticamente toda su vida a los negocios, debe estar acostumbrado a las victorias como a las derrotas, de manera que ese ejercicio será clave para sus aspiraciones de completar los dos períodos al frente del país que tanto debe estar queriendo consumar.

Biden, que asumirá la presidencia del país el 20 de enero de 2021, lo que no podrá en adelante, es dedicarse a seguir achacando a Trump sus errores gubernamentales como lo hizo cómodamente durante la campaña electoral. Nadie se lo va tolerar.

A Biden le tocará en poco tiempo una etapa política muy complicada en el país y será juzgado por sus resultados. Trump, mientras tanto, calculará para que llegado el momento se dedique a encimar a Biden, sin misericordia. Así es la política, pugnas de ida y vuelta por el poder, que si algo tiene, es que no es para siempre.