La detonación del misil hipersónico Oreshnik por parte de Rusia marca un preocupante punto de inflexión en la guerra con Ucrania y en la estabilidad global. Este misil, 11 veces más rápido que la velocidad del sonido, fue usado sin carga nuclear, pero con gran capacidad destructiva y con un claro mensaje político que no debe ignorarse. Es una clara advertencia de Moscú al mundo sobre el alcance de sus arsenales, elevando el conflicto a un nivel sin precedentes.
El lanzamiento de Oreshnik pone en evidencia la fragilidad del orden internacional. El uso de armas avanzadas en conflictos regionales incrementa el riesgo de errores de cálculo y respuestas desproporcionadas. La reunión convocada por la OTAN responde la gravedad de la situación, pero la respuesta no debe limitarse a la contención militar. Se necesita un enfoque diplomático inmediato que desactive la escalada antes de que las tensiones desborden.
La mediación del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, abre una ventana de oportunidad. Su disposición a reunir a los mandatarios ruso y ucraniano, Vladimir Putin y Volodimir Zelensky, muestra un liderazgo pragmático que contrasta con la inacción de otros actores. Esta iniciativa no solo busca el cese de hostilidades, sino también sentar las bases para una negociación más amplia que garantice la paz duradera en la región.
Sin embargo, el éxito de esta mediación dependerá de un esfuerzo multilateral genuino. Ignorar el problema sería aceptar un futuro marcado por la amenaza constante de conflictos armados.