Siempre que pienso en el abuso de poder disfrazado de normalidad, me viene a la memoria una escena ocurrida en Italia en 2004. Silvio Berlusconi, entonces jefe del Gobierno, llamó en vivo al programa deportivo más visto de la televisión pública, “La Domenica Sportiva”, para hablar —¡durante casi media hora!— de tácticas futbolísticas, del Milan AC (equipo de su propiedad) y, cómo no, de lo perniciosa que era la izquierda. Nadie en el set se atrevió a interrumpirlo.

Cuando colgó, la entonces presidenta de la RAI (la televisora estatal), Lucia Annunziata, entró al aire y tronó: “Señor Berlusconi, por favor, deje tranquila a la RAI, deje de ocupar tanto espacio en la televisión para sus asuntos personales”. Luego, les recordó a los responsables del programa a quién le debían el sueldo: al pueblo italiano, no al primer ministro.

¿Habrá alguien así en TV Perú? ¿Alguien con el coraje suficiente para decirle a Dina Boluarte que el canal del Estado no es el canal de Palacio? Lo dudo.

Digo esto porque han empezado a circular versiones —hasta ahora no desmentidas— de que la presidenta estrenaría su propio programa dominical en el canal del Estado. La sola idea de que una jefa de Estado conduzca un espacio personal en la televisión pública ya es preocupante. Que ministros salgan a respaldarla diciendo que “es una política adecuada” o que “el gobierno tiene derecho a contar las cosas buenas que hace” termina de encender todas las alarmas.

No, no es adecuado. Y no, no se trata de censurar al Ejecutivo ni de negar el derecho a informar. Pero hay límites. El canal del Estado no puede convertirse en plataforma para levantar la imagen personal de una presidenta. El Estado no es una agencia de relaciones públicas ni TV Perú una extensión del despacho presidencial.