El 21 de febrero el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, anunciaba el reconocimiento de la soberanía y existencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk dirigidas por autoridades prorusas; y el 24 de febrero, cumpliendo compromisos político militares, inició el ingreso de tropas rusas en territorio de Ucrania, iniciando una guerra de consecuencias impredecibles.

Condenamos esta guerra porque, como todas, es una forma brutal de resolver las controversias políticas entre Estados, acarreando muerte y desolación en los pueblos. En la guerra todos pierden y la humanidad se degrada.

Las dos guerras mundiales, la Guerra Fría y las invasiones de Estados Unidos sobre países soberanos y otros, producto de la pugna entre potencias imperialistas, han traído la muerte de decenas de millones de inocentes.

Este conflicto es resultado de los afanes expansionistas de la OTAN. Liderada por los Estados Unidos, ha avanzado en cercar a la Federación Rusa, sosteniendo el golpe de Estado fascista del 2014 en Ucrania, por lo que Rusia ve amenazada su sobrevivencia, además de los afanes también imperialistas que pueda tener.

Disuelta en 1991 la Unión Soviética, el parlamento de la República de Ucrania proclamó su independencia el 24 de agosto de 1991 buscando acercarse a la OTAN. Sin embargo, movimientos prorusos al interior de Ucrania lograron que el 18 de marzo del 2014 la península de Crimea se anexara a la Federación Rusa, a la par que movimientos prorusos alzados en armas en la región de Donbas, se autoproclamaran como las repúblicas de Donetsk y Lugansk.

El mundo está en vilo por la escalada del conflicto, el que debería resolverse solo por medios diplomáticos, respetando la libre voluntad de los pueblos y rechazando todo afán imperialista.

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