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Hace pocos días, la revista alemana “Handelsblatt”, publicación sobre temas económicos de gran prestigio en Europa, incluyó en la lista de las 25 mentes más brillantes del planeta a Hernando de Soto. El economista peruano fue ranqueado en el puesto 12 y codeándose nada menos que con monstruos del conocimiento universal como el filósofo alemán Jürgen Habermas y el estadounidense Nobel de Economía Robert Schiller. Era, de paso, el único latinoamericano en la selecta lista.

Este nuevo reconocimiento no hace sino consolidar a De Soto, de lejos, como la personalidad liberal más notable de América Latina y uno de los altos referentes liberales del orbe. Y llega esta noticia justo en momentos en que precisamente Lima va a ser la sede de la reunión de la Mont Pelerin Society, institución fundada por Friedrich Hayek que congrega a personalidades del liberalismo de todo el mundo, desde mañana hasta el miércoles.

De Soto no se ha desgañitado dando lecciones de liberalismo ni disforzándose en ponerse a cada minuto el membrete de liberal. En vez de eso, ha aterrizado al mundo de las políticas públicas, proponiendo soluciones a problemas concretos en todo el mundo, siempre arropado sólidamente en conceptos doctrinarios que lo enmarcan ineludiblemente como liberal clásico. Su centro de gravedad ha sido siempre la institucionalidad y el derecho de propiedad como gatillos imprescindibles del relacionamiento económico y social que crea riqueza y saca gente de la pobreza.

Ha corrido riesgos. Al aterrizar al mundo de las políticas públicas no se ha resguardado en el cómodo mundo del discurso literario, donde todo se define en términos de “buenos” y “malos”. De Soto se ha arriesgado a entrar al “área chica” de las problemáticas complicadas de países complicados, como los latinoamericanos, los africanos o los asiáticos. Obviamente esto lo ha expuesto a las críticas, a los que defienden intereses de grupo y a los que sencillamente son antiliberales de corazón o deploran algunos apoyos políticos que ha profesado en ciertos momentos de su vida.

Con todo a cuestas, incluidas algunas mezquindades en su propio país que no ha terminado de reconocerlo como se debe, este magnífico heredero intelectual de Adam Smith y Hayek, recibe el reconocimiento mundial, y en un área del conocimiento rigurosa y seria como la economía. Un lujo para el Perú.

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