Analizaba los argumentos que algunos candidatos a la Presidencia y al Congreso, principalmente de izquierda radical, esgrimen públicamente para reclamar un “cambio de Constitución” que, según ellos, solucionará los problemas más álgidos que nuestra Republica ha traído hacia el bicentenario: la corrupción y la inseguridad.

Todo ese discurso populista que señala que los abusos de autoridad y fechorías de políticos corruptos (ninguno de estos conspicuos candidatos se atreve señalar con el dedo a sus líderes procesados o presos: los Aduviri, Cerrón o Santos, sentenciados por el Poder Judicial por distintos delitos), se solucionarán con un cambio de la Constitución, miente, y no tiene en cuenta que es la ineficacia de un Estado, atado por la sobrerregulación y la burocracia corrupta, lo que no permite ejecutar de manera eficiente y honesta los presupuestos públicos que, con mucho esfuerzo, generamos los ciudadanos y empresas desde el sector privado.

Un Estado incapaz de comprar oxígeno, implementar hospitales y colegios públicos, generar acceso a internet y muchos otros reclamos de la población, no requiere de un cambio de Constitución, requiere de un cambio de nuestra voluntad de empoderar en la cumbre del poder a personas que tengan realmente capacidad de llevar adelante los desafíos de la redistribución de la riqueza y generación de desarrollo y bienestar.

Por ello, es crucial advertir y no aceptar el engaño. Los problemas de corrupción, inseguridad, paupérrimos servicios de salud y servicios públicos deficientes, no son culpa ni se resuelven con un cambio de Constitución. La Constitución actual ya consagra todos los derechos y libertades de los ciudadanos y le otorga al Estado el papel de orientador del desarrollo, principalmente en las áreas de promoción del empleo, salud, educación, seguridad, servicios públicos e infraestructura.

El Estado no es una mesa de partes, sino un regulador y promotor del desarrollo de las iniciativas de todos sus ciudadanos en distintas áreas de la economía, la producción de servicios y bienes en general. No permitamos que el bien articulado y engañoso discurso de muchos candidatos que, con cantos de sirena quieren sorprendernos, gane por sobre la realidad. El país necesita personas dispuestas a hacer cumplir lo que ya esta escrito en la Constitución, a garantizar plenamente nuestras libertades, derechos y democracia. No necesitamos personas que pretendan re-escribir nuestra historia con guiones obsoletos y deleznables que no han llevado a ningún país a la prosperidad y que, en nuestra historia, han generado enorme pobreza, retraso y mayor desigualdad.