Es bueno preguntarnos desde ahora por el perfil del presidente que necesitamos a partir de julio del 2026, luego del desastre de la elección de Pedro Castillo que nos trajo también a Dina Boluarte, quienes venían con una propuesta fatal para el Perú que felizmente no pudo ser llevada a la práctica por una razón simple: el Poder Ejecutivo no contaba con mayoría en el Congreso como para poner fin al modelo económico y acabar con la democracia y las libertades, tal como proponía Perú Libre en su ideario.
Por eso, no debemos perder de vista o poner en un plano secundario la elección del próximo Congreso, pues siempre ahí puede haber un freno para cualquier antisistema que nos quiera llevar por el camino de una asamblea constituyente que derive en una Carta Magna al estilo Venezuela o Bolivia, basada en la reelección eterna y la posibilidad de meter la mano en la Caja Fiscal y el Banco Central de Reserva para regalar plata, hacer populismo, comprar adhesiones y asegurar su eterna permanencia en el poder.
Recordemos que Castillo, Vladimir Cerrón y Boluarte antes de “convertirse”, pudieron querer muchas cosas, pero mal que bien ahí estuvo el Congreso, sí, este Congreso lleno de pillos y hasta delincuentes, pero que por la composición que le dieron las urnas impidió que Perú Libre y sus aliados cuenten con los votos necesarios como para acompañar las nefasta intenciones de los comunistas que mandaban en Palacio de Gobierno, donde incluso eran recibidos algunos senderistas reciclados en el Movadef.
De no haber sido así, quizá ya estaríamos en la ruta del descalabro político y económico, y a lo mejor hasta enviando tropas, aviones y buques de la Marina de Miguel Grau a Venezuela, para defender a la tiranía de Nicolás Maduro ante una eventual invasión de Estados Unidos, tal como ha ofrecido el mandatario colombiano, el exguerrillero Gustavo Petro, quien por sus taras ideológicas está dispuesto a mandar a morir a sus compatriotas de uniforme a cambio de la permanencia de un delincuente en el poder.
No perdamos de vista el rol que puede jugar un Congreso con mayoría de fuerzas democráticas, para parar en seco a cualquiera que -ojalá jamás suceda– pueda llegar a la Presidencia de la República con la intención de hacer su “revolución”. A votar de manera responsable y no por aventureros y demagogos que nos quieren vender el cuento de la “justicia social” y de la “sociedad igualitaria”, cuando sabemos que ese no es el camino para atender las necesidades de los peruanos en situación de pobreza. La historia no miente.