El gobierno del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, puede ser polémico y controvertido en muchas cosas, pero no se le puede negar la razón al haberle revocado la visa al exguerrillero y hoy mandatario colombiano, Gustavo Petro, tras haberse parado en una calle de Nueva York para, megáfono en mano, llamar a las Fuerzas Armadas del país donde estaba, a desconocer las órdenes de su comandante en jefe, es decir, del actual inquilino de la Casa Blanca.

Aparte, quien sabe si bajo efectos de alcohol o alguna otra sustancia, Petro pidió armar un ejército para ir a Gaza, manejado por el grupo terrorista Hamas, a luchar contra Israel, un aliado de Estados Unidos, todo en medio de un discurso trasnochado, patriotero y ridículo, por lo que en pocas horas Washington le revocó la visa a este sujeto que en su perorata admitió haber estado en combate contra las Fuerzas Armadas de su país cuando era un subversivo que buscaba la toma del poder por las armas.

Imaginemos que venga acá al Perú cualquier presidente, sea de derecha o izquierda, y se pare en la Plaza San Martín o en el Parque Central de Miraflores a pedirle a los militares y policías peruanos que desobedezcan a cualquier gobierno legítimo instalado en Palacio de Gobierno. Estoy seguro que hasta los más fieles seguidores de su línea política serían los primeros en exigir que se le expulse y nunca más se le deje ingresar a nuestro territorio a ese impresentable.

Este agitador y promotor de la insubordinación militar a un comandante en jefe extranjero y que parece estar desatado, es el segundo mandatario colombiano al que se le prohíbe el ingreso a Estados Unidos. El primero fue Ernesto Samper, al que se le procesó por supuestamente haber recibido narcodólares de Cártel de Cali para su campaña presidencial. Fue el llamado Proceso 8000, que demostró el poder de la cocaína para infiltrarse en la política, aunque el expresidente fue absuelto.

Soberbio como siempre, Petro ha dicho que no le afecta la anulación de su visa porque cuenta con ciudadanía de algún país de Europa, y que por lo tanto podría ingresar a Estados Unidos con su pasaporte europeo. Alguien debería decirle a este triste personaje que aún así, puede ser colocado en una lista de indeseables, y adiós. Pero más allá de eso, ha quedado muy claro que los colombianos se equivocaron largamente al elegir a este resentido social y acomplejado, que por suerte ya está por irse a su casa.