En medio de protestas, el presidente Pedro Castillo dio su mensaje e intentó en todo momento dejar en claro que a pesar de lo que vivimos los peruanos en el último año, su Gobierno no es un desastre ni su gestión tan mala. Con un discurso alejado de la realidad, se volvió a comprobar que el jefe de Estado no visualiza la crisis del país en su real dimensión. Por lo tanto, la posibilidad que rectifique el rumbo es nula. De esta forma el único camino es hacia el abismo.

Mencionó logros que no se ven e hizo un derroche de buenas intenciones, sin tomar en cuenta que ante la falta de capacidad de ejecución de su Gobierno, todo queda en el terreno de la demagogia.

Cuando se esperaba un mensaje reflexivo y autocrítico, solo se dedicó a  buscar culpables de su fracaso al frente del país y a victimizarse. Era muy evidente que su objetivo fue evadir responsabilidades. Lo de ayer fue una puesta en escena para justificar su permanencia en la presidencia, pese a las señales de corrupción y a que la mayoría del país pide su salida. Los temas que quería escuchar la gente no fueron ni elementos secundarios. Con ello, solo emitió señales que generan más confusión, incertidumbre e inestabilidad.

La indignación de gran parte de congresistas fue tal que al final hubo incidentes y todo terminó entre gritos y abucheos. Pero habría que recordar que las protestas por sí solas no resuelven los problemas: solo expresan bronca. Hay que ser más proactivos y contundentes para terminar con el desgobierno de Castillo.