Preocupante que un sector eminentemente técnico y que maneja millones de millones de soles de presupuesto como Transportes y Comunicaciones, haya caído en manos de César Sandoval Pozo, quien no solo arrastra varios cuestionamientos que van desde líos familiares que acabaron en la comisaría hasta su nulo conocimiento de la cartera a su cargo, sino que además viene de las filas de Alianza para el Progreso (APP), de propiedad de César Acuña, socio del gobierno.
Quizá haya algunos buenos militantes y dirigentes en APP. Sin embargo, por lo que se ha hecho famoso en los últimos años es por ser el gran semillero y abastecedor de delincuentes y sinvergüenzas de la administración pública, sea en el Congreso, gobiernos regionales, alcaldías y diversos cargos intermedios al amparo del carnet partidario, como hemos visto hace poco con un sujeto que habría estado a cargo de una red de prostitución en el Poder Legislativo, y una ayayera a la que dieron una jefatura sin tener mayor mérito profesional.
Ahora hemos visto jurar a Sandoval Pozo como nuevo titular del MTC. ¿Cuál es el mérito? Hasta el momento no se le conoce ninguno. Acuña dice que no tiene nada que ver con su nombramiento. Si asumimos que el caballero de palabra desacreditada dice la verdad por esta vez, entonces se tendría que pensar que la presidente Dina Boluarte lo puso luego de haberlo tenido de asesor en Palacio de Gobierno, con lo que volveríamos a estar frente a una designación basada más en la lealtad y la amistad, que en la capacidad.
Recordemos que el MTC ya pasó por una etapa nefasta durante el gobierno de Pedro Castillo, cuando se colocó al frente al hoy prófugo Juan Silva, en la práctica el brazo extendido de la “Chota Nostra” en ese sector. ¿Qué sabía este impresentable de transportes o comunicaciones? Nada. Venía de ser director de un colegio en Puente Piedra y de tener una combi que daba servicios piratas a pasajeros. Otro caso de lealtad –o complicidad– antes que capacidad.
Queda a los peruanos estar atentos con lo que puedan pasar con el MTC. No vaya a ser que la incapacidad y la improvisación, o quizá también la deshonestidad, las paguemos todos los peruanos que hoy somos víctimas del gobierno de una mandataria sin mayores cuadros de valía, al extremo que para un sector tan importante, ha tenido que apelar a un exasesor suyo que hace poco decía públicamente y sin vergüenza alguna, que su jefe Acuña usaba un lenguaje “simple, coherente y articulado” para “trasmitir con sabiduría sus propuestas”.