Cómo será de grande la impericia y la falta de seriedad de este gobierno que en este momento está haciendo un papelón de alcance internacional al conocerse que Iván Quispe Palomino, con un brutal pasado de narcoterrorista en el VRAEM, ha iniciado acciones penales contra el premier Gustavo Adrianzén y el ministro del Interior, Juan José Santiváñez, debido a que luego de su ilegal captura, fue presentado como el número dos de los residuos aún existentes de lo que fue Sendero Luminoso, cuando jamás lo ha sido.
Es evidente que Quispe Palomino no ha sido un santo. Para nada. Tiene un pasado salvaje en el VRAEM al lado de su hermano alias “José”, pero ha cumplido condena y goza de total libertad, al extremo que ha venido trabajando como albañil y viajado fuera del país con un pasaporte a su nombre obtenido lícitamente. Circulaba libremente por Lima y no solo fue arrestado, sino que el ministro Santiváñez, quizá desesperado por mostrar algún “logro” en su cuestionada gestión, lo presentó como el segundo de los narcoterroristas que cada cierto tiempo emboscan y matan a soldados y policías.
La patinada histórica de Santiváñez también ha arrastrado al premier, quien luego de una reunión del Consejo de Ministros respaldó públicamente lo dicho sin mayor sustento por el titular del Interior. Ahora los dos han sido demandados ante el Poder Judicial por afectar el honor de Quispe Palomino, quien les exige millón y medio de soles de reparación civil. Solitos se expusieron y ahora, más allá de si son condenados o no, han hecho un tremendo ridículo nacional e internacional.
En cualquier lugar del mundo, Santiváñez, quien ya tenía antecedentes dudosos, debió renunciar el mismo día en que se confirmó que Quispe Palomino no era el segundo al mando de las hordas que maneja su buscado hermano en el VRAEM. Pero no, ahí sigue en el cargo, irónicamente quejándose de los supuestos fake news de algunos medios, cuando él, desde su autoridad y con respaldo de la presidenta Dina Boluarte, ha sido el autor de tremendo cuento que se desmoronó en pocas horas.
Irónico que en momentos en que la inseguridad en las calles se ha vuelto inmanejable y estamos a pocos días de ser anfitriones de una cumbre de líderes mundiales en que la seguridad de los dignatarios tiene que ser todo un arte, tengamos al frente del Ministerio del Interior a un personaje como Santváñez, quien no sabe distinguir quién es quién de lo que queda se Sendero, a pesar de tener a la mano a todos los órganos de inteligencia del país, donde se sabía muy bien quién era su hoy querellante.
En cualquier lugar del mundo, Santiváñez, quien ya tenía antecedentes dudosos, debió renunciar