El cambio de tono que va tomando Donald Trump respecto del coronavirus, anuncia que poco a poco va develándose una lectura geopolítica desde Washington que generará un cambio en las reglas de juego internacionales una vez que sea superado. Incluso podría nacer un nuevo orden mundial marcado por un renovado enfoque de los Estados Unidos respecto de sus relaciones internacionales y de la nueva geopolítica que puede abrirse tras el coronavirus.

Y es que el embate del coronavirus en la salud pública es solo una de las caras de la crisis que ha provocado. En realidad, la otra cara será tanto o más perjudicial y es la económica. Ante esta penosa circunstancia, Latinoamérica será una región particularmente muy golpeada, al no poseer ni los sistemas de salud de las principales potencias asiáticas, europeas y norteamericanas, no tampoco los presupuestos para paliar este tipo de shocks desde sus reservas y sus bancos centrales. Algunos están en mejor pie, relativamente, que otros, pero, aun así, lo que se puede hacer desde los shocks monetarios que ya se avizoran en la región, no serán suficientes para paliar las terribles consecuencias económicas de este acechante global. En consecuencia, se abre para Estados Unidos, y en particular para Donald Trump, la oportunidad de atraer a Latinoamérica hacia su órbita geopolítica, de cara a lo que se le plantea post-coronavirus. Y esa oportunidad toma la forma de un nuevo Plan Marshall que pueda ayudar a reflotar, con la escala de recursos que posee el gigante del norte, las economías latinoamericanas que estaban emergiendo en las dos últimas décadas. En un eventual segundo mandato del neoyorquino, contar con Latinoamérica de su lado en este nuevo orden que se avecina, no es menor. Más aun cuando la región viene siendo coqueteada hace más de una década por el gigante chino para instalar fuertes inversiones por esta parte del mundo. Veremos qué pasa porque esto recién empieza.