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Visité a un familiar el lunes en el área de emergencias del Hospital Dos de Mayo. Fue una experiencia devastadora. Salas atiborradas de pacientes graves, incluso que deberían estar en cuidados intensivos; otros que esperaban en sillas de ruedas ante la falta de camas y una atención alarmantemente deficiente, con casos apremiantes que deben esperar ante al evidente colapso del sistema. Debido a su ubicación en la céntrica Av. Grau, a ese hospital llegan los patrulleros con urgencias extremas cada 20 minutos, pero es imposible que la logística profesional y técnica alcance para cumplir un protocolo mínimo sin poner en vilo la vida de los usuarios. Ese pandemonio no es culpa de los médicos ni de las enfermeras, sino de la política emanada de un Estado que humilla sistemáticamente a la persona como paciente y como ciudadano. En esas circunstancias, el afectado no busca un servicio, lo implora; y se estrella, reiteradas veces, contra un muro de indiferencia del tamaño de su indignación. La pregunta es: ¿es esta emergencia permanente por la que pasa la salud pública del país más urgente de solucionar que la bicameralidad, la no reelección de congresistas y el financiamiento de los partidos? Evidentemente no. ¿Acaso no era más fácil abordar estos problemas y buscarles al menos una mejora con la mayoría fujimorista del Congreso en vez de pechar a esa bancada con el referéndum? Evidentemente sí, de lo que se deduce que el régimen ha pasado a una fase de desorientación de pronósticos peligrosos. Habrá que recordarle entonces a Vizcarra que ofreció sus primeros resultados a los 6 meses de gestión. Le tomamos la palabra. El 23 de setiembre visitaremos el Hospital Dos de Mayo para evaluar el impacto de sus políticas en materia de salud con la esperanza de que haya estado más preocupado en ello que en el inviable referéndum de octubre.