Resulta sorprendente que el ministerio de Relaciones Exteriores siga recalcitrante en dar cumplimiento a una decisión del propio Gobierno peruano y de la justicia nacional, que dictaron la restitución ipso iure (automáticamente de derecho) de todos los derechos de los 117 funcionarios diplomáticos cesados en 1992, volviéndolos laboralmente a su estado anterior al cese declarado nulo, es decir, con todos los derechos que fueron arrancados por una medida arbitraria, abusiva y maligna, penosamente gestada en las entrañas del propio Servicio Diplomático. Entonces, ¿Por qué hasta ahora no les reconocen el beneficio de la Compensación por Tiempo de Servicios  (CTS), que les corresponde por el lapso en que sirvieron al Perú dentro y fuera del país, antes del cese ilegal: Veamos: 1) Se trata de una completa ignorancia de las leyes laborales y administrativas, asociadas a un acto negligente, lo que no creo -conozco muy bien Torre Tagle por dentro donde laboré por muchos años, y sé de los buenos abogados con que cuenta en estas materias jurídicas-; y 2) Se trata de un imperdonable ensañamiento, como el de la sonada reunión de Washington en 1992 -o quizás por encargo de éstos-, que elaboraron la nefasta lista que de un plumazo, acabó con el proyecto de vida de muchos diplomáticos y de sus familias, desencadenando en ellos angustia, dolor y hasta la muerte, por la desesperación de verse despojados de la noche a la mañana de sus legítimas condiciones de diplomáticos de carrera. El daño fue reparado, siendo restituidos de hecho y de derecho, en la forma y en el fondo. ¿Por qué, entonces, prosigue esta inexplicable rebeldía emparentada con la mezquindad?. ¡Ojalá fuera desidia!. Aunque el Estado pidió perdón, es importante que no solo lo muestre sino que realmente lo demuestre. Torre Tagle debe asumir en completa unidad los enormes retos de la política exterior del Perú en medio de la pandemia, pero con heridas abiertas dentro de la institución, los intereses nacionales en el frente externo, se volverán vulnerables. Es necesario voltear la página para legar una cancillería sin heridas abiertas.