En medio de los líos de Partido Morado y dos de sus líderes, ha pasado casi desapercibida la nueva condena que el Poder Judicial ha impuesto a esa tremenda joya de la política regional llamada César Álvarez, el mandamás de Áncash en tiempos en que creía que podía hacer lo que le daba la gana y que ante cada acusación que salía en su contra, culpaba a sus rivales políticos, a los que señalaba por no dejarlo trabajar por su pueblo.

El lunes último, Álvarez ha recibido su cuarta condena por ladrón y sinvergüenza. Lo han sentenciado a diez años por el delito de colusión en la construcción del estadio Rosas Pampa de Huaraz. Este personaje y sus funcionarios no dudaron en levantarse el dinero. Recordemos que en esa época ni la Contraloría ni el Ministerio Público veían más allá de sus narices, por razones que ojalá algún día sean conocidas por los peruanos.

La última condena de Álvarez se suma a otros dos años por el delito de malversación al ejecutar obras sin certificación presupuestal. También tiene ocho años y tres meses de encierro por corrupción por la habilitación de la carretera Chacas-San Luis. En setiembre de 2019, el personaje apodado como “La bestia de Áncash” recibió otra sentencia de cuatro años por colusión en el proyecto de irrigación Chinecas, que sigue postrado.

Estamos pues, ante el fin de un personaje nefasto para la política regional y nacional. Fue un hampón llevado a un cargo público a través del populismo barato y la protección de una gran red que integraron incluso periodistas chimbotanos que se vendieron por unos cuantos billetes y un panetón en navidad. Los audios y videos de sus programas radiales y televisivos deberían quedar en un pestilente baúl de recuerdos, como muestra de cómo puede ser envilecida una profesión.

Álvarez tiene por delante muchos años tras las rejas. Hoy está en un frío y alejado penal de la región Pasco luego de una temporada en Piedras Gordas. Sin embargo, el daño ocasionado a su región es inmenso. Contó con millonarios recursos para hacer obra, pero “La bestia” y sus amigos prefirieron llenarse los bolsillos mientras se mostraban como abnegados servidores de los más pobres y eternas víctimas de sus rivales y de la prensa que no le hizo el juego.

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