Dina Boluarte, legítima sucesora presidencial del exmandatario Pedro Castillo, fue agredida en la región sur andina de Ayacucho. Las graves negligencias en el control y comando de la institución policial, facilitaron el acercamiento de la atacante, una mujer ardida de indignación por la muerte de un familiar en el marco de las protestas antigubernamentales de 2022 y 2023, que no olvidemos, tenían como finalidad la destitución de Boluarte y la restitución del enemigo del interés nacional e infractor de la ley constitucional, Castillo. Viene a mi mente la profética expresión del perturbador de la paz interna Aníbal Torres: “correrán ríos de sangre”., premonición que este señor deseaba con ardor en lo más hondo del corazón, y que lastimosamente se cumplió. Esta acción contra la presidenta responde a una grave injusticia, me refiero, a la irrecuperable pérdida de su familiar. Por eso a veces, el dolor y la impotencia vienen revestidas de agresividad. ¡Y este es un clarísimo ejemplo! Pero, es preciso determinar que los responsables de las calamidades sociales que vivió el Perú, fueron especialmente Castillo y el exministro Torres, quienes planificaron una inconclusa disolución del Congreso que trajo como efecto institucional la destitución presidencial. Luego, considerando erróneamente que se cometía un avasallamiento congresal contra Castillo, el pueblo se manifestó. Un juicio equilibrado anima a recordar que el uso exacerbado de la violencia también fue originado desde la población civil. Por eso la reacción estatal era inevitable. Estas son las consecuencias de: “correrán ríos de sangre”, proféticamente enunciado por la Casandra del Perú, Aníbal Torres.