Qué difícil resulta salir de esta crisis interminable. El entorno de Pedro Castillo arroja hediondez por donde se mire, lo cual dice mucho de quien dirige la nación. Aun sin dar por ciertas las palabras de Bruno Pacheco y de Zamir Villafuerte, y que mencionan a Castillo en supuestos ilícitos, el solo hecho de que se haya rodeado de esa gentuza nos revela la catadura del hoy mandatario. Uno es, en buena parte, la gente de la que se rodea, sobre todo si estás en un cargo tan relevante como es la presidencia de la república.
Hay evidencias de que un grupo de malandros llegó a Palacio, pero la mala noticia es que esto no es novedad, desgraciadamente. La novedad, en todo caso, es lo burdo de las acciones, la sordidez sin disimulo y lo rápido que han podido ponerse en evidencia. De la corrupción con guantes de seda o con verbo florido, hemos pasado a la corrupción a puño limpio y palabras agrestes. Y esto es lo que empeora el asunto, hacia afuera y hacia adentro.
A mí lo que me preocupa, dentro de todo esto, es el total desencanto de la gente. Es como si, ante todo esto que ahora vemos, y que no encuentra alivio en una oposición que no se cansa de manifestar su torpeza y sus intereses subalternos, ya solo quedara la resignación. Y solo nos queda la resignación pasaremos a la indiferencia ante el ruido y lo escandaloso. Y entonces nada será grave, porque todo será más de lo mismo. Y en ese escenario ya todo será inviable, pues solo queda el sálvense quien pueda y el cada quien hace lo que se la antoje porque ya todo está arruinado. Ningún país es viable así.
No sé si el adelanto de las elecciones generales o la vacancia son hora mismo la solución. Después de que se vayan todos, ¿qué viene? No veo, por hora, una solución, una sola vía. Parece que el temporal aún tiene para rato.
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