El arresto preventivo del expresidente Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia, más allá de que sea revocado en la segunda instancia, debe servir de lección a todos esos advenedizos, aventureros y arribistas que entran a la política sin el menor escrúpulo, y son capaces de recibir dinero de quien sea con tal de hacer realidad su ambición de llegar al poder, esa que suelen disfrazar en sus campañas con una irrenunciable “vocación de servicio”.

Apenas saltaron a la fama con el levantamiento de Locumba, ocurrido el mismo día en que Vladimiro Montesinos huía del país en el velero Karisma, los Humala-Heredia se empeñaron en llegar al poder y para eso fueron capaces de todo, hasta de recibir dinero del impresentable Hugo Chávez, fraguar contratos de trabajo, alinearse con los brasileños que no daban plata a cambio de nada y hasta comprar testigos para el caso Madre Mía. Cero escrúpulos.

Parecería que su eslogan era “todo vale” con tal de llegar a Palacio. Bueno, hoy pagan las consecuencias. Que si el juez Richard Concepción Carhuancho se excedió en la noche del jueves al mandarlos a la cárcel, es discutible, pero de lo que no queda duda es que tener a un exmandatario y a su esposa contra las cuerdas, por malas artes y por llenarse los bolsillos mientras pregonaban “honestidad que hace la diferencia”, debe de servir de lección a muchos aspirantes a “políticos”.

Y claro, también debe de ilustrar a los peruanos sobre los serios problemas que trae si cada cinco años elegimos a quien no lo merece. Muchos de los argumentos usados por el juez para dictar el arresto preventivo de la pareja se conocían incluso desde antes de 2006. Pero igual la gente votó por Humala en 2011, cuando era respaldado por muchos de la izquierda y sus variantes que hoy prefieren mirar al costado y no hacer un mea culpa.

El arresto preventivo de Humala y su esposa, el que se suma a la condena que paga Alberto Fujimori y a la condición de prófugo de Alejandro Toledo, es un golpe al Perú, pero debe servir de lección a todos los que aspiran a gobernarnos, en el sentido de que las malas artes se pagan tarde o temprano; y a los electores, que nos solemos impresionar por ídolos de barro que al caer en desgracia solo saben salir a gritar que son objeto de “persecución política”.

TAGS RELACIONADOS