Quienes se autoperciben como la “reserva moral de nuestra sociedad” saben que terminó su ciclo y que deben hacer todo lo posible por restablecer su dominio. Han perdido instituciones claves con las cuales, sin haber ganado elecciones ni formado partidos políticos de envergadura, se daban el lujo de controlar gobiernos y perseguir judicialmente a quienes los señalaban como lo que son: “parásitos”.
Tienen a Gramsci como tótem. Este señala que urge “adueñarnos del mundo de las ideas, para que las nuestras, sean las ideas del mundo”. La madre de todas las batallas es la lucha cultural. Por eso arremeten contra la Iglesia Católica, predominante en el Perú.
Aquí encaja la puesta en escena de esa estupidez llamada María Maricón, que no es libertad de expresión, ni arte libérrimo, sino una vulgar provocación.
Nuestra respuesta fue en extremo reactiva: en vez de ignorarlos hemos levantado tormentas de polvo, los hemos hecho visibles e importantes.
Si bien la muestra entraña una premeditada falta de respeto a la fe de un pueblo mayoritariamente católico, lo que se ha querido es provocar, hacer pisar el palito.Y lo han logrado con la entusiasta colaboración de muchos.
¿Quiénes asistirán a ver María Maricón cuando la repongan? ¿Multitudes? Nooo. A esas escenas irán cuatro gatos, cuatro larvas autopercibidas, cuatro malcriaditos que estudian en la reciclada PUCP y que viven de las propinas de sus “apaaas”.
Lo inteligente es dejarlos hacer el ridículo y no sobredimensionarlos viéndolos como una amenaza contra la fe católica. Ellos solo molestan a sus papís, que van a misa todos los domingos, y que esperan que con el tiempo ellos hagan lo mismo.