El coronavirus ha puesto de vuelta y media al mundo entero volviendo a la desesperación por sus efectos el gran dominador del escenario planetario, ahora ampliamente bajo su control. Sin duda, la falta de calma para afrontarlo ha llevado a que se consuma una verdadera pandemia de psicosis colectiva en más de 70 países de los 193 que hay en en el mundo por la aparición de esta enfermedad que, final e inevitablemente, ha llegado al Perú. Mientras en muchos países la vida diaria ha cambiado drásticamente -en Italia nadie va a las escuelas y las actividades culturales han sido reducidas mayoritaria sino totalmente y ni hablar de China donde todo comenzó- en el sistema internacional por el aumento de infectados que llegará pronto a los 100,000 y el número de muertos que supera ampliamente los 3000, las bolsas de valores se han desplomado o en el mejor de los casos han caído bruscamente. No es por el coronavirus sino por la especulación alimentada por el pánico, históricamente partera de muchos cambios en el mundo. En nuestro país el gobierno ha salido a contar por boca del propio presidente Martín Vizcarra -eso está bien porque de haber sido conocido por un rumor hubiera sido más perjudicial-, la detección de un primer caso clínicamente de coronavirus, debe llevar a los peruanos a mantener la calma y tomar el nuevo escenario con realismo y afán preventivo; sin embargo, a pesar del esfuerzo gubernamental para transmitir el hallazgo de un primer caso en el país y referidas las profilácticas medidas para afrontar la presencia del virus en nuestro país, la gente ha caído rendida frente al teléfono malogrado que ha terminado consumando el referido pánico y que se ha traducido en una venta arrasadora de mascarillas llevando a las farmacias y a la boticas a que hagan su auténtico agosto. No es que desdeñemos o restemos importancia a la enfermedad, pero la ciencia médica cuenta en el mundo actual con un protocolo médico muy efectivo para afrontarla. Calma es lo que debemos tener.