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“Don Simeón” fue el personaje que lo rescató del olvido televisivo a sus 74 años y lo presentó a las nuevas generaciones a través de Mil oficios, serie producida en 2001 por Panamericana y producida por Efraín Aguilar. Don Fernando Farrés, con el talento intacto tras décadas de oficio en la pantalla chica y mucho más en radio y teatro, se metió al bolsillo a todos. A los actores jóvenes que lo miraban con respeto, a los televidentes recién estrenados que lo veían por primera vez y a los otros que lo recordaban de El tornillo, de la locución comercial, de la radio y que celebraban su vigencia. Fernando Santa Cruz Cavero, Fernando Farrés para todos, apellido que tomó prestado del compositor cubano Osvaldo Farrés (creador de Tres palabras, Acércate más y Toda una vida), nos dejó hace algunos días, a los 89, y con él se fue uno de los últimos nombres de la escena televisiva local que marcaron una época, un estilo, el de los actores al servicio del humor, el de la sobriedad ante el exceso.

El caballero a carta cabal. “Yo siempre tendré un agradecimiento eterno a Carlos Oneto, mi amigo, mi hermano, quien me enseñó mucho el negocio de la televisión. Yo estaba haciendo teatro con Carlos Revolledo y necesitaban para El Tornillo un hombre serio, un caradura, y Carlos me llama para reemplazar a otro actor que había renunciado”, nos contó hace algunos años don Fernando al recordar su ingreso al programa cómico que se transmitió desde 1968 a 1975 y que se considera un clásico de la televisión peruana. Don Fernando, el de La santa paciencia, quien sacaba de quicio a Antonio Salim y luego hacía perder los papeles al maestro Alex Valle, se despidió discreto, sin aspaviento, como él siempre hubiera querido. Recordando la buena televisión, la del humor con clase, la de personajes entrañables que llegaron para quedarse. Quizá susurrando temas como los que cantaba a dúo con Álvaro Gonzales “Guayabera sucia”, con el que formó un dúo, Los michis, otro de los clásicos de El tornillo. Maestros como él quedan ya pocos, pero han dejado alumnos aplicados que tienen la importante misión de recuperar lo perdido. La difícil tarea de rescatar el humor pícaro, pero fino, de revivir los diálogos inteligentes y no solo pegarse al recurso fácil. Y para quienes creen que no se puede hacer reír sin la cachetada y el doble sentido, consejito inmediato, vayan a YouTube, busquen videos de El Tornillo y la mejor época de Risas y salsa para que vean que sí se puede. Desde arriba, don Fernando Farrés se lo agradecerá, con una sonrisa y con mucha “santa paciencia”.

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