Es mononeuronal que por la muerte de siete policías en el Vraem se acuse al Estado y no solo a los narcoterroristas; de igual modo, con el feroz ataque de los sicarios en San Miguel que acabó con seis personas, entre ellas dos niños. En ambos casos, algunos aprovechados levantan el dedo acusador contra el país.
Los opinólogos dicen, torpemente, que si no enviaran a tantos policías a proteger las instituciones contra los manifestantes, otro sería el cantar. Que si los policías cuidaran las calles no hubieran asesinatos a plena luz del día ni, con seguridad, ataques de los narcos coludidos con los terroristas contra los efectivos del orden.
Es decir, los narcoterroristas y los sicarios no son los culpables de las barbaries cometidas en los últimos días, sino el Estado que lo permite. Es tan tonto como presumir que a las mujeres las violan por las noches porque salen muy tarde de las fiestas o porque usan prendas cortas que le sugieren al macho abusar de ellas.
Una cosa es cuestionar la estrategia y otra, muy diferente, acusar al Estado de ser culpable de los delitos. Lo que debemos hacer como unidad nacional es proteger al país y criticar, indesmayablemente, a estos asesinos, maldecir su existencia y ayudar a que no se normalicen estos actos criminarles.