Los discursos en Europa del vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, tendrían que ser de lectura obligatoria para la clase dirigente peruana porque, de varias formas, son un anuncio del futuro, de algo que ya está pasando en nuestro país. Vance habló de la debilidad europea, una debilidad vinculada, según él, a la crisis de los valores que construyeron Occidente. En efecto, sin valores comunes, se destruye la fortaleza interna y colapsa la democracia. Sin valores la democracia no es viable.
Esta dictadura, profundamente relativista, destruye a la democracia, porque ignora la voz del pueblo. La dictadura de los comisarios burócratas que desprecian los reclamos del pueblo es el camino más corto hacia el totalitarismo ideológico. Estos comisarios, que se presentan como falsos tecnócratas, intentan destruir la libertad de opinión y de conciencia, amenazan a todo el que piense diferente y buscan implantar una cultura de la cancelación.
En esto el vicepresidente Vance tiene razón. No hay democracia real cuando se cancela a la oposición, cuando se la persigue, cuando se busca su aniquilación jurídica y moral. No tengamos miedo de escuchar al pueblo. Es más, si queremos una democracia que funcione de verdad, tenemos que escuchar al pueblo, cumplir con sus encargos, sanar sus heridas y buscar soluciones a sus problemas. Antes de pensar en qué vamos a gastar el dinero del presupuesto tenemos que saber qué queremos hacer con nuestro país. La democracia no consiste en caminar como ciegos. No estamos ciegos. La democracia pasa por hacernos la gran pregunta: ¿A dónde va el Perú? ¿Qué queremos hacer de nuestro país?