Inaceptable ataque de Donald Trump contra la Universidad de Harvard, símbolo de prestigio académico global. La prohibición de formar estudiantes extranjeros en sus aulas es el punto máximo de las agresiones económicas y políticas que configuran un verdadero vandalismo contra la institución que concentra los mayores aportes a la innovación y a la investigación en plena revolución tecnológica. Inaceptable desde todo punto de vista. A comenzar por su ilegalidad, como ha señalado una jueza federal de Massachusetts, AllisonBurroughs, al bloquear la orden de Trump que suspende visados a estudiantes internacionales de Harvard (y Columbia). La magistrada, fuertemente denostada por Trump, ha precisado que causa “perjuicios inmediatos e irreparables”. Harvard es una víctima de la arbitrariedad y la prepotencia política que busca destruir el gran capital académico que ella representa. Increíble esta medida autodestructiva que, sin racionalidad, obedece a los afanes dictatoriales de un presidente que ha sumido a su país en una inédita y severa crisis constitucional, que viola la separación de poderes. Si la estrategia de Trump es condicionar los fondos federales para influir en contenido y orientación ideológica en Harvard, recordando el macartismo, se equivoca rotundamente. En plena competencia tecnológica con China está debilitando a su país en liderazgo democrático y en investigación. No hay justificación legal, política o económica para este accionar de Trump que excede sus facultades, atropella los valores académicos y humanistas, evidencia un riesgo serio para la democracia desde la libertad de pensamiento y la diversidad y afirma la concentración del poder. EEUU abandona así el paradigma de democracia liberal y estado de derecho que siempre fue para el mundo.