En las primeras décadas del siglo pasado, el historiador británico Arnold Toynbee afirmaba que el desarrollo de la civilizaciones dependía de cómo respondían al reto de la naturaleza. Entre el grupo de civilizaciones alrededor del mundo, Toynbee destacaba la capacidad de los incas de someter a los Andes con obras como los andenes o sistemas de irrigación.

Ayer, el desierto de Olmos ha recibido los primeros litros de agua provenientes de la vertiente del Atlántico, que han sido traídas hacia la costa con una obra de alta ingeniería que incluye un túnel de veinte kilómetros que ha atravesado los Andes. Es un viejo anhelo, cuyos proyectos iniciales vienen de la época de Augusto B. Leguía. Es una muestra más de la capacidad transformadora del hombre, de vencer a la naturaleza y de generar vida en un enorme desierto.

Con una costa desértica, la ingeniería ha permitido ya trasformar las pampas de Majes, los desiertos de La Libertad y Piura, y hay que terminar de sacar adelante las obras en la costa de Áncash, en Arequipa (Majes-Siguas II) y el último tramo de Chavimochic. Sin olvidar la necesidad de traer más agua hacia Ica.

Agroindustria para la exportación, caña de azúcar -camino a volver a convertirnos en un líder mundial- , cuarenta mil empleos directos y más de 120 mil indirectos, el trabajo del Estado y los privados y la fuerza del agua transformará el desierto infértil en un nuevo polo de desarrollo. Se puede vencer a la naturaleza, ese es el camino que nos ha impuesto el destino.