Hace 6 años, el 6 de diciembre como hoy, la oposición venezolana, formando una sola plataforma política -hoy sigue dividida-, denominada Mesa de Unidad Democrática - MUD, logró vencer al gobierno de Nicolás Maduro -todavía no se había coronado como dictador, propiamente dicho-, en las elecciones parlamentarias en ese país. Habían pasado 16 años para que la oposición se hiciera del control de la Asamblea Nacional por la vía democrática.

Estuvimos allí para vivirlo y contarlo. Fuimos 5 los observadores internacionales por Perú -los entonces congresistas Martín Belaunde Moreyra, Omar Chehade, Cecilia Chacón y Luis Galarreta -este último hoy parlamentario andino-, y con ellos, el suscrito-, invitados por la MUD, aunque al chavismo jamás le gustó que así fuéramos reconocidos, y nos calificaron en la rara figura del acompañamiento. Maduro esa misma noche salió a reconocer públicamente su derrota ante un pueblo que despertaba del embrujo chavista que lo había engatusado por 15 años. En efecto, en las calles de Caracas vi el éxtasis de una sociedad llanera que no podía creerlo. Habían vencido al chavismo que luego de la muerte del comandante presidente, cada vez se mostraba menos democrático.

Permanecí por una semana más, y fungiendo de periodista que no soy, además de enviar mi columna habitual para este diario, remití una nota en video para Correo por TV y osadamente fui al sintonizado programa radial de Nelson Bocaranda, periodista opositor al régimen, para relievar la derrota de Maduro, a riesgo de una reacción por el SEBIN. Con la Asamblea Nacional dominada por la oposición, Maduro no tardó en ensañarse hasta defenestrar e implantar la ilegal Asamblea Constituyente.

Se dio cuenta que la oposición nunca llegó a mostrarse unida y utilizó esa circunstancia para doblegarla como hasta ahora, convirtiendo al 6 de diciembre en una fecha solamente del pasado. El Grupo de Lima, liderado por el Perú, fue la esperanza para salvar al país llanero del abismo, pero lejos de que el canciller Maurtua lo empodere, decidió acribillarlo, convirtiéndose ipso facto, en el mayor responsable ante la historia diplomática del Perú -que lo juzgará- y del continente, por sepultar como ministro de Relaciones Exteriores, la única bandera democrática que el pueblo venezolano contaba desde nuestro país.