Desde el pasado 23 de mayo, los opositores al régimen gendarme de Nicolás Maduro, Leopoldo López y Daniel Ceballos, encarcelados por levantar la voz y decir pacíficamente su pensamiento, llevan adelante con firmeza una indeclinable huelga de hambre en señal de protesta por la falta de democracia e imperio del Estado de Derecho en el país, dada la manifiesta intransigencia del ilegítimo presidente venezolano.

Lo que no imaginó Maduro era que el valiente e incólume gesto de los referidos presos políticos iba a generar niveles de adhesión y solidaridad sorprendentes que ya para el propio mandatario se ha vuelto un serio dolor de cabeza.

Los jóvenes, que son los que más han venido sintiendo el golpe del nefasto gobierno llanero, han comenzado a emular a López y Ceballos y están generando cadenas, también entre los universitarios, para adoptar la misma actitud que los reducidos líderes de la oposición. Ya mismo cerca de 7 jóvenes se han apostado férreamente en el patio de la Iglesia principal de Caracas, donde vienen cumpliendo el aplaudido gesto solidario.

En las filas de la misma oposición al régimen pareciera que los políticos están reaccionando positivamente asumiendo como propia aquella consigna lanzada por López el mismo día en que fue detenido -18 de febrero de 2014-, en que vestido de blanco dijo: “El que se cansa pierde”.

Es una situación sumamente compleja la que está pasando Venezuela en estos momentos, donde al poder arbitrario y abusivo del aparato chavista no le interesa nada el valor de la protesta pacífica que más bien la combate sin piedad.

La intolerancia de Maduro lo está llevando a seguir colocando en los establecimientos penitenciarios de Venezuela a todos aquellos hombres y mujeres que se muestran en la misma actitud crítica de López y Ceballos. Mientras estos cada día se van debilitando por la decisión adoptada, Maduro los arrecia cual verdugo insensible.

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