Ni siquiera la carta que le acaban de enviar los expresidentes Andrés Pastrana y Jorge Quiroga, de Colombia y Bolivia, respectivamente, puede hacer doblegar al líder antichavista de la huelga de hambre que lleva 21 días ininterrumpidos. Leopoldo López, como bien dice la misiva, hace rato logró su cometido de llamar la atención de todos los venezolanos, donde más del 70% no han ocultado su descontento con el régimen. López ha llegado mucho más lejos que cualquier otro opositor al gobierno de Maduro, incluido Henrique Capriles, que ha sido desplazado en el liderazgo de la oposición. Eso está sumamente claro. Es importante, entonces, que Leopoldo, de tan solo 44 años de edad pero con una pasta política que pocos pudieran haberle calculado en Venezuela y en la región, desista de su causa por dos motivos centrales: primero, por su familia. Su esposa, Lilian Tintori, y los hijos de ambos, los pequeños Manuela y Leopoldo Jr., lo necesitan y si muere en la cárcel su ausencia los marcará de por vida por más que tengan en alto el consuelo de la figura del padre inmortal; en segundo lugar, por el propio pueblo hermano de Venezuela. López tiene las agallas del prócer caraqueño Francisco de Miranda que fue hidalgo en publicar -cuando muchos estaban dominados por el miedo-, la célebre “Carta a los Españoles Americanos” del jesuita arequipeño Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, considerado el primer precursor ideológico de América. Y como este, López se está convirtiendo en el precursor indómito de los últimos años en la lucha sin cuartel por la democracia en nuestro continente, que no doblega frente a las cadenas del abuso y la arbitrariedad. Venezuela, para cuando libre, esperemos que más pronto que tarde necesitará de un presidente de su entereza y actitud corajuda que no sabe tenerle miedo a un gobierno incapaz, ilegítimo e inconstitucional.