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No me sorprende que el Frente Amplio vuelva a tropezar en su apoyo incondicional al régimen de Nicolás Maduro. Su raíz ideológica se sostiene en lo que el chavismo implantó en Venezuela. Lean el plan de gobierno de Verónika Mendoza; ellos querían hacer aquí lo mismo que Hugo Chávez sembró por allá, con una cosecha desastrosa que hoy lleva a ese país a la peor crisis humanitaria de su historia.

Lo que nos deja esta sumisión del Frente Amplio con Maduro, es la cara pelada de todos los congresistas de esa bancada. Al no condenar esa dictadura, ellos están defendiendo el encarcelamiento de presos políticos, el hambre, el desabastecimiento, las muertes de miles por la escasez de medicinas, el sometimiento de la prensa, la ausencia de división de poderes y toda la retahíla de arbitrariedades y barbaridades que padecen los venezolanos.

Frente Amplio no tendrá en adelante ninguna autoridad moral para criticar dictaduras, como la de Fujimori incluso, luego de este abyecto espaldarazo a Maduro. Cuando usted vea a Marco Arana, Marisa Glave, Indira Huilca o cualquier legislador del Frente Amplio, llenándose la boca con palabras como igualdad, democracia o derechos humanos, hágales el pare y dígales que usen esos vocablos contra el chavismo asesino que gobierna Venezuela. Se irán corriendo, como hoy, por la estrecha ligazón que los une. Porque Verónika y los suyos creen en el socialismo del siglo XXI. La gente que se muere de hambre, dirán, es el costo de la revolución. Por eso callan; por eso y por el dinero que los financió. Venezuela es, en suma, la kryptonita de la izquierda peruana.

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