Para el día de ayer estaba programada la conferencia de Hernando de Soto sobre soberanía, propiedad y seguridad nacional en la Escuela Conjunta de las Fuerzas Armadas, que iba a contar con personalidades de altísimo nivel entre los selectos asistentes. Sin embargo, de pronto, el jueves se canceló súbitamente por disposición de la propia institución.

Quienes conocemos por experiencia de la seriedad de las instituciones castrenses para organizar este tipo de eventos sabemos que los programan con antelación y diligencia. ¿Qué pasó? Parece que una orden “de arriba” -según sospechas del propio De Soto- habría frustrado la oportunidad de que el economista disertara sobre la experiencia de la derrota política del terrorismo de los noventa y de cómo se pueden aprovechar lecciones aprendidas entonces para acometer los retos de los conflictos sociales actuales, que están paralizando al país por una confrontación entre la minería y la agricultura.

¿Qué temores se exacerbaron y a qué niveles? Descartemos que fuera al nivel de las Fuerzas Armadas, pues, como dije, ellos no programan esta clase de eventos de manera improvisada y de hecho conocían la temática que iba a presentar De Soto. ¿Fue entonces a nivel del Gobierno? ¿Les incomodará que el intelectual más prestigiado del Perú pueda exponer ante un foro tan importante la exitosa manera en que el Ejecutivo de entonces enfrentó al terrorismo y se pueda comparar con el desastroso manejo de la situación de inseguridad y de conflictos sociales que caracteriza al Gobierno? De Soto parece haber tocado una fibra muy sensible. ¡Pues qué bien que ladren los perros!